
Por Estefanía Gutierrez Rua publicado originalmente aquí.
Compartido con autorización, Por favor no copiar.
Llegó la hora.
La hora se acercaba.
Pronto sería la hora.
Sería ésta la hora aquella?
En aquél sueño miraba el reloj, entregada al instinto de su cuerpo. Era la hora, no podría ser cierto.
Ella sabía que esto que empezaba terminaría algún día. - Debí haberte pedido un poco más de tiempo- pensó.
Disfruté tenerte en mis adentros, intenté sujetarte, mas el instinto por soltarte predominó. Me hablaste de aquel sueño donde la hora llegaría y llegó.
Estaba pronto a comenzar, el sonido se divulgaba entre latidos fuertes de mi pensar, respirar, por allí empecé, todo irá bien, las instrucciones están grabadas en la memoria de mi ADN. Mis ancestros, mis antepasados, la fuerza de todas las bestias hembras, féminas mamíferas, mujeres parturientas se avivaron en mi.
-Sujetarte mientras llegarías, eso pensé.
Era la hora santa que vendría, mantenerme respirando eso haría yo, el cuerpo haría el resto.
Resto que nada más fue dejar de pensar en mí, para pensar solo en ti.
“Tómame” – decía.
Tienes mis pulmones quienes llenos de aire ansían por verte. Mi corazón bombea constantemente pensando en ti.
El útero empezó a estrecharse y a ceñirse más y más a ti, a tu pequeña figura desnuda diminuta y humana; no habría abrazo más fuerte que el de dejarte partir.
“Solo un último estrujón más por favor” – te susurré.
El último abrazo fuerte para dejarte partir, las paredes del vientre replegadas sobre tu piel, te apreté lo más que pude; solo para que nunca olvidaras, que fue un hermoso placer haberte llevado dentro de mí.
Después del abrazo, el hasta luego nos veremos cara a cara, ya nos sentimos cuerpo a cuerpo.
Abandonándome pronto estaría yo. Luego, se expandió la magia del universo dentro de mí. Los ángeles entonaban coros de alegría, sus canticos eran semejantes al cielo blanco y celeste. La vibración del cosmos se movía fuerte en mi, contracciones llenas de contrariedad “sujetarte y soltarte”.
“Debes de ir, debes de partir, afuera esta un mundo esperando por ti, conociste tu mi mundo, todos mis secretos en oculto, te transformaste tu en el, en el hijo maravilloso”.
El canal ya habría abierto lo suficiente, pronto empecé a sentir tu cuerpo deslizándose en mi entre pierna, como un volcán cuesta abajo, como un impulso de gran ímpetu, te escabulliste fuera de mi. Desapareció el mundo, porque ahí, en ese mismo instante, me di cuenta, que el mundo eras tú.
Con la voz viva de un cantor, fuerte en tu llanto. Con la vida puesta en calor, sereno en tu canto.
Quise tenerte sobre mi pecho por unos instantes, mientras bendecía las manos del doctor, manos guiadas por el mismo creador divino.
Vi tus ojos azules profundos como el mar, ahora tal vez ángel de Dios me puedas contestar:
-De que cielo has venido?, o caíste de alguna estrella que fugaz llego a tierra?”
Yo de antes creo conocerte.
Y nos prestamos los sueños, tú en los míos, yo en los tuyos, ahí nos vemos.
Tu mirada yo la he visto, de dónde nos conocemos?
Pones mi mente a volar entre el tiempo,
mi corazón, desde que llegaste tu, no ha dejado de latir.
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Llegó la hora.
La hora se acercaba.
Pronto sería la hora.
Sería ésta la hora aquella?
En aquél sueño miraba el reloj, entregada al instinto de su cuerpo. Era la hora, no podría ser cierto.
Ella sabía que esto que empezaba terminaría algún día. - Debí haberte pedido un poco más de tiempo- pensó.
Disfruté tenerte en mis adentros, intenté sujetarte, mas el instinto por soltarte predominó. Me hablaste de aquel sueño donde la hora llegaría y llegó.
Estaba pronto a comenzar, el sonido se divulgaba entre latidos fuertes de mi pensar, respirar, por allí empecé, todo irá bien, las instrucciones están grabadas en la memoria de mi ADN. Mis ancestros, mis antepasados, la fuerza de todas las bestias hembras, féminas mamíferas, mujeres parturientas se avivaron en mi.
-Sujetarte mientras llegarías, eso pensé.
Era la hora santa que vendría, mantenerme respirando eso haría yo, el cuerpo haría el resto.
Resto que nada más fue dejar de pensar en mí, para pensar solo en ti.
“Tómame” – decía.
Tienes mis pulmones quienes llenos de aire ansían por verte. Mi corazón bombea constantemente pensando en ti.
El útero empezó a estrecharse y a ceñirse más y más a ti, a tu pequeña figura desnuda diminuta y humana; no habría abrazo más fuerte que el de dejarte partir.
“Solo un último estrujón más por favor” – te susurré.
El último abrazo fuerte para dejarte partir, las paredes del vientre replegadas sobre tu piel, te apreté lo más que pude; solo para que nunca olvidaras, que fue un hermoso placer haberte llevado dentro de mí.
Después del abrazo, el hasta luego nos veremos cara a cara, ya nos sentimos cuerpo a cuerpo.
Abandonándome pronto estaría yo. Luego, se expandió la magia del universo dentro de mí. Los ángeles entonaban coros de alegría, sus canticos eran semejantes al cielo blanco y celeste. La vibración del cosmos se movía fuerte en mi, contracciones llenas de contrariedad “sujetarte y soltarte”.
“Debes de ir, debes de partir, afuera esta un mundo esperando por ti, conociste tu mi mundo, todos mis secretos en oculto, te transformaste tu en el, en el hijo maravilloso”.
El canal ya habría abierto lo suficiente, pronto empecé a sentir tu cuerpo deslizándose en mi entre pierna, como un volcán cuesta abajo, como un impulso de gran ímpetu, te escabulliste fuera de mi. Desapareció el mundo, porque ahí, en ese mismo instante, me di cuenta, que el mundo eras tú.
Con la voz viva de un cantor, fuerte en tu llanto. Con la vida puesta en calor, sereno en tu canto.
Quise tenerte sobre mi pecho por unos instantes, mientras bendecía las manos del doctor, manos guiadas por el mismo creador divino.
Vi tus ojos azules profundos como el mar, ahora tal vez ángel de Dios me puedas contestar:
-De que cielo has venido?, o caíste de alguna estrella que fugaz llego a tierra?”
Yo de antes creo conocerte.
Y nos prestamos los sueños, tú en los míos, yo en los tuyos, ahí nos vemos.
Tu mirada yo la he visto, de dónde nos conocemos?
Pones mi mente a volar entre el tiempo,
mi corazón, desde que llegaste tu, no ha dejado de latir.