
Ya van dos ocasiones en las que me despierto pensando que va a ser un día relajado, de estar en casa, quizá incluso hasta dormir una siesta. Y el sonido del celular se convierte en la risa del universo cuando me avisa que ese día hay parto. No me malinterpretes, amo mi trabajo y siempre considero un honor cuando se me invita a acompañar y sostener el espacio en el que ocurre un nacimiento, pero si se me hace curioso. Nunca lo dudo y esta no fue la excepción, en menos de 5 min recogí mis cosas y avise al doctor que ya iba en camino.
No es mi escenario ideal; llegar un parto sin haber conocido a la futura mamá ni a su pareja, sin haber tenido la oportunidad de hablar con ellos sobre sus preferencias para el nacimiento, pero en todos los casos en los que ha sucedido que tras una corta presentación y al escuchar las palabras "soy la Doula" hay casi un alivio en el aire, se alegran de que haya llegado alguien para sostenerlos en el proceso. De una ella toma mi mano, fuerte, me apreta, me mira los ojos "Esto es duro" -dice "sí que lo es" -le respondo "No se cuánto mas pueda seguir haciéndolo" -agrega "vas muy bien" -le digo.
Finalmente llego a un parto en el que las luces ya están apagadas, y sólo hay encendida una luz indirecta. Me sorprendo porque Mamá está acostada y así es como está más cómoda, dice que las caderas la están matando, que siente que se va a reventar, pero no haya en si el impulso para moverse.
Le ofrezco un masaje y menos mal que le pregunto si le agrada el cacao porque no le gusta, así que le hago el masaje con aceite de hierbas, cuando el doctor Beltrán entra en la habitación dice "huele a doula" y yo siento que me dice bruja jajaja pero no me ofendo, más bien me agrada. En el aire el olor tiene rato siendo metálico, de parto. Ella me pregunta qué puede hacer para apresurarlo, "ponte de pie" -le digo sin dudarlo. Ella se apoya en su pareja y yo le hago contra presión en la espalda, le alivia. Su compañero no se cansa de decirle "tranquila" una y otra vez, yo siento que quizás se lo dice a si mismo y me enfoco en que los tres sostengamos una respiración rítmica. La observo y la observo y me sorprendo al entender que viéndola (a ella y a todas) es que aprendo; aprendo que todas las mujeres de parto se comportan diferentes, que ninguna debe ser juzgadas y que todas merecen acompañamiento y apoyo. Viéndolas es que puedo intentar leerlas, qué están sintiendo, qué están pensando: Si menea la cabeza de un lado a otro, a qué le está diciendo que no? Y cuándo se lo digo ella misma continúa 'Si puedo' "Prendamos una velita, recemos un poco". "Antes que esta velita se apague tu vas a haber parido a tu hija" -le digo.
Ella está cansándose luego de un par de horas de pie, vuelve a la cama, lo que más parece necesitar es que le sostengan las manos, con cada expansión ella busca nuestra manos en el aire solo para aliviar el agarre cuando la sensación cede. Comienzan a darle ganas de pujar, pero sabemos que aún no está en 10, como muchas mujer cuando están más cerca de lograrlo es cuando menos creen que puedan continuar y así mismo se lo recuerdo, ya lo más duro pasó, lo más difícil ya pasó, has podido con eso y puedes con esto. "Es verdad" -dice ella "en la madrugada pensaba que no iba a poder y mira como si he podido". Mientras ella y yo conversamos veo que su pareja esconde su cara bajo su brazo, cuando la levanta tiene dos lagrimones en cada ojos, yo me conmuevo, lo alabo a él con ella, que maravilla tener un hombre en contacto con su sensibilidad prestando apoyo incondicional!
Al rato las ganas de pujar se hacen insostenibles y me ruega que llame al doctor, el llega, me pregunta a mi si ya está coronanado, se rie, le hace un tacto, le dice que está de diez pero que la bebé está muy alta; "vamos a darle media hora más" -dice, y a la enfermera le dice "llama al anestesiólogo y se va". Cuando ella pregunta qué dijo, yo le digo: Nada y ante la mirada inquisitiva de su compañero hago un gesto para restarle importancia. No quiero que el comentario del doctor sea una sentencia y se que ellos tampoco. Con la próxima contracción ella grita desesperada "por qué el doctor se fue?" Y yo siento tanto pena por ella como responsabilidad de hacer algo tanto como no tan ligera angustia. Primero me tranquilizo yo, luego la tranquilizo a ella, la miro profundo, siento que me meto en sus ojos y respiramos juntas un par de veces. Qué hacemos? -Me pregunta. "Párate" -le digo, "vamos a ponerte en cuclillas". "Planta los pies en el suelo, desciende desde las nalgas". La tengo así unas cuantas expansiones, al comienzo le cuesta la posición y le cuesta un poco pujar (puede ser porque llevamos horas en sopla y no pujes), pero ya luego le agarra el ritmo y al rato les traigo un banco para él (que la sostiene desde atrás) y la silla de parto para ella para que estén más cómodos. En una de las pausas ella casi llorando le dice a su bebé que le levanta el castigo y luego nos confiesa que como el parto no se había presentado ella le había puesto un 'castigo' a la niña que hasta que no naciera no le iba a comprar más ropita. "Ven Sophia que te estamos esperando". Rezamos, invocamos, llamamos a su nena para que venga al mundo.
En un momento me dan a mi ganas de ir al baño, y luego de que voy (y poniendo mis intenciones de maga que al liberar yo le ayude a liberar a ella) me dice que se tocó y sintió la cabeza de la bebé. Me emociono un poco más de la cuenta :)
Llega Beltrán y efectivamente ya la bebé descendió y la tiene en puerta lista para salir, ahora lo que viene es pujar con todo y trabajar con él para sacarla, cuando ya una buena porción de cabeza ha salido le digo que se toque y la sorpresa de sentirla la hace cerrarse un poquito, pero ahí mismo vuelve a abrir y el pujo es bastante efectivo. La bebé venía con la cabeza ladeada y es por ello que pasamos más de una hora para sacarla, cuando termina de salir la cabeza Beltrán revisa que no haya circular de cordón, luego comienza a guiar la salida, siento que él tiene prisa de que salga, el ambiente es de prisa, no de miedo. La bebé emerge y le cuesta arrancar, sale moradita y poco a poco tras masaje y respiraciones profundas de su Madre, Sophia comienza a dar quejidos antes de lloriquear, Beltrán revisa que el cordón sigue latiendo y seguimos respirando, yo la miro, les digo que todo esta bien y seguimos respirando, finalmente colocan a Sophia en su pecho, y ahí la niña llora y su mamá y su papá también.
No es mi escenario ideal; llegar un parto sin haber conocido a la futura mamá ni a su pareja, sin haber tenido la oportunidad de hablar con ellos sobre sus preferencias para el nacimiento, pero en todos los casos en los que ha sucedido que tras una corta presentación y al escuchar las palabras "soy la Doula" hay casi un alivio en el aire, se alegran de que haya llegado alguien para sostenerlos en el proceso. De una ella toma mi mano, fuerte, me apreta, me mira los ojos "Esto es duro" -dice "sí que lo es" -le respondo "No se cuánto mas pueda seguir haciéndolo" -agrega "vas muy bien" -le digo.
Finalmente llego a un parto en el que las luces ya están apagadas, y sólo hay encendida una luz indirecta. Me sorprendo porque Mamá está acostada y así es como está más cómoda, dice que las caderas la están matando, que siente que se va a reventar, pero no haya en si el impulso para moverse.
Le ofrezco un masaje y menos mal que le pregunto si le agrada el cacao porque no le gusta, así que le hago el masaje con aceite de hierbas, cuando el doctor Beltrán entra en la habitación dice "huele a doula" y yo siento que me dice bruja jajaja pero no me ofendo, más bien me agrada. En el aire el olor tiene rato siendo metálico, de parto. Ella me pregunta qué puede hacer para apresurarlo, "ponte de pie" -le digo sin dudarlo. Ella se apoya en su pareja y yo le hago contra presión en la espalda, le alivia. Su compañero no se cansa de decirle "tranquila" una y otra vez, yo siento que quizás se lo dice a si mismo y me enfoco en que los tres sostengamos una respiración rítmica. La observo y la observo y me sorprendo al entender que viéndola (a ella y a todas) es que aprendo; aprendo que todas las mujeres de parto se comportan diferentes, que ninguna debe ser juzgadas y que todas merecen acompañamiento y apoyo. Viéndolas es que puedo intentar leerlas, qué están sintiendo, qué están pensando: Si menea la cabeza de un lado a otro, a qué le está diciendo que no? Y cuándo se lo digo ella misma continúa 'Si puedo' "Prendamos una velita, recemos un poco". "Antes que esta velita se apague tu vas a haber parido a tu hija" -le digo.
Ella está cansándose luego de un par de horas de pie, vuelve a la cama, lo que más parece necesitar es que le sostengan las manos, con cada expansión ella busca nuestra manos en el aire solo para aliviar el agarre cuando la sensación cede. Comienzan a darle ganas de pujar, pero sabemos que aún no está en 10, como muchas mujer cuando están más cerca de lograrlo es cuando menos creen que puedan continuar y así mismo se lo recuerdo, ya lo más duro pasó, lo más difícil ya pasó, has podido con eso y puedes con esto. "Es verdad" -dice ella "en la madrugada pensaba que no iba a poder y mira como si he podido". Mientras ella y yo conversamos veo que su pareja esconde su cara bajo su brazo, cuando la levanta tiene dos lagrimones en cada ojos, yo me conmuevo, lo alabo a él con ella, que maravilla tener un hombre en contacto con su sensibilidad prestando apoyo incondicional!
Al rato las ganas de pujar se hacen insostenibles y me ruega que llame al doctor, el llega, me pregunta a mi si ya está coronanado, se rie, le hace un tacto, le dice que está de diez pero que la bebé está muy alta; "vamos a darle media hora más" -dice, y a la enfermera le dice "llama al anestesiólogo y se va". Cuando ella pregunta qué dijo, yo le digo: Nada y ante la mirada inquisitiva de su compañero hago un gesto para restarle importancia. No quiero que el comentario del doctor sea una sentencia y se que ellos tampoco. Con la próxima contracción ella grita desesperada "por qué el doctor se fue?" Y yo siento tanto pena por ella como responsabilidad de hacer algo tanto como no tan ligera angustia. Primero me tranquilizo yo, luego la tranquilizo a ella, la miro profundo, siento que me meto en sus ojos y respiramos juntas un par de veces. Qué hacemos? -Me pregunta. "Párate" -le digo, "vamos a ponerte en cuclillas". "Planta los pies en el suelo, desciende desde las nalgas". La tengo así unas cuantas expansiones, al comienzo le cuesta la posición y le cuesta un poco pujar (puede ser porque llevamos horas en sopla y no pujes), pero ya luego le agarra el ritmo y al rato les traigo un banco para él (que la sostiene desde atrás) y la silla de parto para ella para que estén más cómodos. En una de las pausas ella casi llorando le dice a su bebé que le levanta el castigo y luego nos confiesa que como el parto no se había presentado ella le había puesto un 'castigo' a la niña que hasta que no naciera no le iba a comprar más ropita. "Ven Sophia que te estamos esperando". Rezamos, invocamos, llamamos a su nena para que venga al mundo.
En un momento me dan a mi ganas de ir al baño, y luego de que voy (y poniendo mis intenciones de maga que al liberar yo le ayude a liberar a ella) me dice que se tocó y sintió la cabeza de la bebé. Me emociono un poco más de la cuenta :)
Llega Beltrán y efectivamente ya la bebé descendió y la tiene en puerta lista para salir, ahora lo que viene es pujar con todo y trabajar con él para sacarla, cuando ya una buena porción de cabeza ha salido le digo que se toque y la sorpresa de sentirla la hace cerrarse un poquito, pero ahí mismo vuelve a abrir y el pujo es bastante efectivo. La bebé venía con la cabeza ladeada y es por ello que pasamos más de una hora para sacarla, cuando termina de salir la cabeza Beltrán revisa que no haya circular de cordón, luego comienza a guiar la salida, siento que él tiene prisa de que salga, el ambiente es de prisa, no de miedo. La bebé emerge y le cuesta arrancar, sale moradita y poco a poco tras masaje y respiraciones profundas de su Madre, Sophia comienza a dar quejidos antes de lloriquear, Beltrán revisa que el cordón sigue latiendo y seguimos respirando, yo la miro, les digo que todo esta bien y seguimos respirando, finalmente colocan a Sophia en su pecho, y ahí la niña llora y su mamá y su papá también.
Se conocen, se hablan, se presentan y es hermoso poder ser testigo de un momento así. Cuando deja de latir el cordón papá lo corta y el pediatra se lleva a la niña para pesarla y medirla. Han pasado casi 30 min del nacimiento. Beltrán hala suavemente del cordón y este no cede, me extraño, esperamos como 5-10 min más y nada, él siente el útero y no se está contrayendo. Ella está sentida y se pone tensa, él le reprocha, el aire se pone denso. En un momento veo que hala y el cordón sale, pero no la placenta, se ha quedado adentro, no se ha desprendido del útero. La placenta se rehusa a salir.
Lo que más admiro y respeto del Dr Lares es que es el tipo de doctor que puede no hacer una intervención que no es necesaria, pero que no le va a temblar la mano para intervenir cuando si es necesario. La única vez que vi la maniobra que intentaré no describir fue en las fotos del Dr Lares que narran sus años como obstetra convencional y muestran lo crudo que puede ser el nacimiento medicalizado. Si yo creía que dilatar manualmente el último cm era 'Mision Mano Adentro' retirar una placenta manualmente es llegar al antebrazo. Nunca había visto una placenta salir de a trozos, ni había escuchado sangre salir de alguien como si tuviera un grifo semi abierto entre las piernas. No me dio grima, sólo temor, empatía para con ella, de tener que estar en esa posición. Me mantuve hablándole y al mismo tiempo escuchando las instrucciones de Beltrán a la enfermera: Methergine en la pierna, agarra una vía y coloca dos sueros con no me acuerdo cuántas unidades de syntotec, creo que 20. Cuando todo pasó, le expliqué lo que había ocurrido. Con palabras claras y mirándolos de frente. Luego fui a ver a la nena le tome una foto y se las mostré, Beltrán me indicó que ya podía traerla y fue divino cargarla y poder llevársela y entregársela. Los dejé a los tres reconociéndose, felices, sentidos y agradecidos.
Ayer luego de enviarle alguna de estas imágenes recibí este mensaje:
Lo que más admiro y respeto del Dr Lares es que es el tipo de doctor que puede no hacer una intervención que no es necesaria, pero que no le va a temblar la mano para intervenir cuando si es necesario. La única vez que vi la maniobra que intentaré no describir fue en las fotos del Dr Lares que narran sus años como obstetra convencional y muestran lo crudo que puede ser el nacimiento medicalizado. Si yo creía que dilatar manualmente el último cm era 'Mision Mano Adentro' retirar una placenta manualmente es llegar al antebrazo. Nunca había visto una placenta salir de a trozos, ni había escuchado sangre salir de alguien como si tuviera un grifo semi abierto entre las piernas. No me dio grima, sólo temor, empatía para con ella, de tener que estar en esa posición. Me mantuve hablándole y al mismo tiempo escuchando las instrucciones de Beltrán a la enfermera: Methergine en la pierna, agarra una vía y coloca dos sueros con no me acuerdo cuántas unidades de syntotec, creo que 20. Cuando todo pasó, le expliqué lo que había ocurrido. Con palabras claras y mirándolos de frente. Luego fui a ver a la nena le tome una foto y se las mostré, Beltrán me indicó que ya podía traerla y fue divino cargarla y poder llevársela y entregársela. Los dejé a los tres reconociéndose, felices, sentidos y agradecidos.
Ayer luego de enviarle alguna de estas imágenes recibí este mensaje:
"Buenas Noches.
Gracias a tu presencia, energía y entrega se pudo dar el parto de mi niña Sophia aAejandra.
Fuiste un ángel más que dios nos envío.
Eres excelente me llevaste al punto medio. Donde pude viajar a otro universo y podía salir de mi cuerpo. Las horas pasaron y pudimos tolerar la espera. En cada complicación se encontró una solución.
Nosotros tres te damos las gracias."